jueves, 31 de enero de 2013

Las siete palabras mágicas.


1-Muévete.

Mueve tu casa, tu cama, tu cuerpo, tu mente…Camina, sal por las montañas, sal de la rutina del trabajo, las relaciones y los patrones de vida. Cambia tu perspectiva. Acércate a aquellas personas con las que puedas ser auténtico y que nutren tus sueños. No necesitas mover montañas, trasladar una pequeña piedra puede hacer maravillas.

2-Toca.

Toca las partes que Amas de tu cuerpo. Da muchos abrazos al día. Abrazos en la casa, el trabajo, la panadería, en el parque. Besa a la gente en la mejilla. Acaricia a tu gato o tu perro un poco más. Saborea la sensación de un pañuelo de seda, de una pieza de madera, de las diferentes texturas. El terciopelo, las cortezas, las rocas y el agua. Mientras más lo hagas te sentirás más a gusto con el placer de tocar.

3-Escucha. 

Siéntate en silencio y observa cuanto hay a tu alrededor para ser escuchado. Escucha a la gente, lo que realmente están diciendo. Escucha hasta la última nota de cada canción. Escucha tu voz interna, esa que solo escuchas cuando la confusión de cada día disminuye. Oye el susurro de las hojas, el llamado del grillo, el crujido de la madera de tu butaca favorita. Escucha con tu corazón y se sensible para escuchar aquello que nunca es hablado.


4-Siente. 

Siente el dolor, experimenta el gozo, hasta que sientas que vas a evaporarte. Permítete reír hasta que te duela, siente el amor desde lo más profundo de tu corazón. Ríndete a la sensualidad de la vida. Enójate y expresa tu rabia, si es el caso, pero hazlo en un ambiente seguro. Si no sientes de verdad, no estás vivo.

5-Confía. 

Tú sabes lo que necesitas saber. Detén tus dudas. Aquella cosquilla interna es tu más alta verdad y ella te servirá del mejor modo. Te arrepientes cuando desconoces o niegas tu intuición. Ten esto en cuenta: Finalmente, tú y sólo tú sabes lo que es mejor para ti. Si consumes, sin darte cuenta, todo tu día pintando, eso es lo que debes hacer. Si te encanta caminar al lado del océano, encuentra la forma de llegar allí. Si no confías completamente en ti, te conviertes en moho.

6-Reúnete. 

Con los hombres y mujeres que Amas. Toma el té acompañado, camina en compañía por el bosque, conversa y habla, lee en voz alta para otros.Celebra que tu cabello, tu piel, tu cuerpo y tus historias son diferentes a las de los otros y a la vez son completamente parecidas. Cocina y come en compañía.

7-Recibe. 

Por una vez, deja de dar y dar a todos menos a ti mismo.  Acepta los cumplidos con gracia. La voz que necesitas oír, el abrazo, ese momento para conversar, la comida en tu mesa, el dinero que necesitas, siempre serán suministrados. Ábrete a recibir, abre tus manos para que sean llenadas con abundancia. Recibe todas las cosas buenas que mereces y recuerda mostrar gratitud por tu vida.

miércoles, 30 de enero de 2013

La importancia de la comunicación.


Un sultán soñó que había perdido todos sus dientes. Al despertar, mandó avisar a un sabio para que interpretase tan inquietante sueño.

-¡Qué desgracia, mi Señor!- exclamó el sabio-. Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.

-¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa?¡Fuera de aquí! ¡Castigadle!- gritó enfurecido el monarca.

Más tarde, decidió consultar a otro sabio, al que volvió a contar lo que había soñado. Éste, después de escucharle con atención, le dijo:

-¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos tus pacientes. El semblante del sultán se iluminó con una gran sonrisa y ordenó que dieran cien monedas de oro al sabio.

Cuando éste salía de palacio, uno de los cortesanos se dirigió a él admirado:

-¡No es posible! La interpretación que habéis hecho del sueño es la misma que la del primer sabio. No entiendo por qué a él se le pagó con un castigo terrible y a ti con cien monedas de oro.

El segundo sabio respondió:

-Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, a menudo, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir. Pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, con toda certeza, será aceptada con agrado.

De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.

lunes, 28 de enero de 2013

La vida te devuelve lo que le das.


Olivier Bouyssi: El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. El dolor te obliga a enfrentarte a ti mismo. Y yo decidí, en vez de compadecerme y sufrir… ¡sonreír!

Difícil.

No me lo invento, ¡prueba!: sonríe, y la vida te devolverá sonrisas. ¡La vida es un espejo!

¿Puedo elegir la felicidad, pues?

Sí, puedes entrenarla, como una gimnasia.

Recéteme tres ejercicios de felicidad.

Uno: cada día reserva quince minutos para ti y revísate, como un capitán a su barco.

Dos.

Hay cuatro emociones que te visitan a diario: miedo, odio, inferioridad, culpabilidad. Visualiza cuatro marcadores… ¡y vigila que sus indicadores no se disparen!

¿Qué conseguiré?

Ser el capitán de tu barco: tener un ánimo estable, ¡suceda lo que suceda!

¿Y el tercer ejercicio?

Captura fotos mentales de cosas buenas y, antes de dormirte, revísalas y atesóralas.

¿Fotos?

Esta mañana tomaba un café en una terraza, ha pasado una pareja, se han besado tiernamente… Observándoles, he participado de esa ternura. Esta noche atesoraré esto.

Otra foto.

Después de semanas de aislamiento esterilizado por la quimio, pasé a planta… ¡y vi una mosca en la habitación! ¡Una mosca!

¿Y?

Sentí que esa mosca que revoloteaba era la vida, la vida que volvía a recibirme. La mosca se me posó en la pierna. ¡Qué gran foto!

Pequeñas cosas.

Que no son tan pequeñas.

Ante una adversidad de la vida, ¿no piensa “por qué a mí”?

Soy marino, navego: cuando una tormenta se desata en alta mar… jamás piensas “¿por qué a mí?” No. Sólo actúas… hasta que la tormenta ha pasado

.
Extracto de una entrevista con Olivier Bouyssi, hombre feliz… contra todo pronóstico.
La Contra de La Vanguardia.

domingo, 27 de enero de 2013

Fiesta de Primicias; domingo 27.


Sé un sembrador…


Cultiva tus semillas.



Anoche tuve un sueño raro... 

En la plaza mayor de la ciudad habían abierto una tienda nueva. El rótulo decía “Regalos de Dios”; Entré. Un ángel atendía a los clientes.

-¿Qué es lo que vendes, ángel del Señor?
-Vendo cualquier don de Dios.
-¿Cobras muy caro?
-No los dones de Dios los damos gratis.

Miré los grandes estantes, estaban llenos de ánforas de amor, frascos de fe, bultos de esperanza, cajas de salvación y muchas cosas más. Yo tenía gran necesidad de todas aquellas cosas. Cobré valor y le dije al ángel:

-Dame por favor bastante amor de Dios, dame perdón de Dios, un bulto de esperanza, un frasco de fe y una caja de salvación.

Mucho me sorprendí cuando vi que el ángel de todo lo que yo le había pedido, me había hecho un sólo paquete y el paquete estaba ahí en el mostrador, un paquete tan pequeño como el tamaño de mi corazón.

-¿Será posible? -pregunté- ¿Esto es todo?

El ángel me explicó: Es todo, Dios nunca da frutos maduros. Él sólo da pequeñas semillas que cada quien debe cultivar.

sábado, 26 de enero de 2013

Padre de la patria dominicana.

 
 

Primicias; Celebrando la cosecha.


 


"Honra al Señor con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos;
y serán llenos tus graneros con abundancia,
y tus lagares rebosarán de mosto".
Proverbios 3:9-10
 
La fiesta de las primicias es una hermosa fiesta de cosecha, conocida en hebreo como “Bikkurim” o primeros frutos. Entregar a Dios de los primeros frutos, en el primer mes del año, expresa nuestro deseo de dar a Dios el primer lugar en nuestra vida, y nuestra confianza de que su reino es la mejor tierra para sembrar nuestras semillas.
Hace algunos años, conocí la fiesta de Primicias en la iglesia y desde entonces, la celebro cada año. En mi caso, la práctica de esta ordenanza ha sido de gran beneficio; trae por adelantado la bendición de todo el año. Comparto contigo lo que hago junto a mi familia y amigos:
  • Limpio la casa de modo especial, física y energéticamente, para recibir a mis invitados.
  • Decoro la mesa donde colocamos las ofrendas con frutas, flores y luz (velas).
  • Pongo un baulito para colocar los deseos del año, uno para poner los nombres de quienes participan, y dos más para colocar las Primicias*; uno para las primicias de dinero y otro para las de talentos.
  • Bendecimos las semillas del año, y celebramos por adelantado la cosecha en la certeza de que hecho esta.
  • Compartimos la comida y bebida que cada uno ha traído.
  • Vamos sacando nombres y la persona que sale pasa por el baúl de primicias de talentos y recibe un “regalo”. Si al pasar todas las personas aún quedan regalos, colocamos todos los nombres y continuamos sacando hasta que se agoten.
  • Ponemos música y compartimos lo que sentimos.

 

Seguridad

jueves, 24 de enero de 2013

El pasado pesa y también pasa…


 
Conservar la rabia, el miedo o el rechazo y proyectarlo en el otro, permite evitar entrar en el inmenso e irreparable dolor de un pasado al que nada, puede modificar. Lo único sano que podemos hacer con el pasado es soltarlo y seguir adelante. De la misma manera que la rama cortada en un árbol no podrá volver jamás a brotar en el mismo lugar, las carencias de nuestro pasado nunca serán plenamente colmadas.

Muchos de nosotros nos amargamos por eso, en cambio el árbol sigue creciendo en todas direcciones y le podrán brotar innumerables ramas nuevas. Identificar nuestras proyecciones supone y permite celebrar un duelo por aquellas reparaciones que jamás tuvieron lugar, así como continuar creciendo en las múltiples direcciones que nos sean accesibles al día de hoy.


miércoles, 23 de enero de 2013

Una interesante entrevista a Marianne Costa.



Marianne Costa, mujer de una belleza expansiva, me concede la oportunidad de compartir en esta entrevista ideas que conducen a una vida más lúcida, poética y sin límites
Ricardo Zárate: ¿Qué te impulsa a destinar tu vida al despertar de la conciencia y a la sanación espiritual.

Marianne Costa: Cuando niña, quería ser hada: me encantaban el vestido vaporoso, el sombrero puntiagudo y la perspectiva de poder realizar los deseos de los demás sin esfuerzos (probablemente porque en mi familia, la carga de irrealización e infelicidad era muy fuerte, y me caían encima: tener una varita mágica hubiera sido un ahorro de tiempo y energía). Después, en la adolescencia, empecé a tener ganas de desarrollar mi ego y de llegar a mi poder personal: escribir, actuar, cantar, ser vista y reconocida como escritora y protagonista. No tenía una finalidad sublime o generosa, pero si un fuerte impulso hacia la creatividad y la expresión personal. El ardid de la vida fue sencillo: mi propio dolor, sentido de incompletitud, los bloqueos, las vergüenzas, etc., todo lo que me impedía realizar mi sueño egolátrico, fueron las guías hacia varias experiencias y técnicas de sanación, hacia varias lecturas y encuentros espirituales, que me llevaron a abrir mi corazón, a desarrollar más capacidades para ayudar y guiar a los demás en muchos aspectos, y que me hicieron sentir y ver la belleza superior del despertar del espíritu frente a la afirmación terca del yo individual. En estos últimos años me he percatado que en esta existencia no hay nada estable ni seguro: ni vida material, ni amistades, ni colaboraciones, ni pareja, ni ideas o creencias…todo fluye, nace y muere constantemente, excepto la Conciencia. No hay “sanación espiritual”, sino que el Espíritu es lo único que es, y necesitamos sanarnos (llegar a ser lo que auténticamente somos) para reconocerlo. Dentro de esta tranquila desesperación, estoy haciendo lo mejor que puedo para servir: trabajar en varias direcciones con todas las herramientas que me fueron transmitidas a través de mi recorrido personal, artístico y terapéutico, y en la medida de lo posible, hacerlo con alegría y amor. Ahí vamos…
Ricardo Zárate: ¿Qué relaciones consideras tienen los jóvenes consigo mismos y con el mundo actualmente? ¿Qué desafíos se encuentran en el camino de la juventud y cómo trascenderlos
Marianne Costa: Todos, tanto los jóvenes como los niños, los maduros y los viejos, estamos viviendo en un mundo que gira en su mayoría alrededor de conceptos infantiloides y adolescentes. La religión del lucro es un delirio colectivo, esta creencia que “más es mejor” está matando a nuestro planeta. Por todos lados veo una generalización de la estética y de la filosofía pornográfica: todo tiene que ser siempre más fuerte, más gordo, más terrible, más excitante, más adictivo, más cortado de la vida real, de la preciosa vulnerabilidad, del sentir, siempre “más” sin nunca llegar a ninguna satisfacción real: más, más, más…, ¿y qué?
Un montón de cosas muy simples, muy evidentes, no están tomadas en cuenta: por ejemplo, el simple hecho de que estamos en estado de sobrepoblación nos invita a reconsiderar a la vez la forma en que tratamos a la Tierra, pero también la noción de pareja, de familia, de creatividad. Ya no se trata de un futuro colectivo donde el propósito es “creced y multiplicaos”. Estamos frente a una revolución total del sentido mismo de la humanidad, de lo que significa ser humanos. Y esto, en formas sencillas y cotidianas. Estoy viendo gente muy despistada, pero a la vez, veo una generación de jóvenes (en Europa y en América) mucho más despiertos y hambrientos de co-crear un mundo nuevo. Pero, por el momento, todavía estamos en una fase caótica. Descubrir lo que verdaderamente es el Amor me parece la tarea más urgente de cada uno (¡Y me incluyo en esta tarea!)
Ricardo Zárate: ¿La narrativa que conducirá a este mundo a la transformación tiene voz de mujer?
Marianne Costa: No hay que confundir lo femenino y la mujer. Evidentemente, estamos llegando a un momento de desequilibrio máximo entre las energías masculinas predominantes y las femeninas aplastadas por varias formas de patriarcado que han dominado durante siglos. Pero este desequilibrio se da tanto en la mujer como en el hombre. Por ejemplo, una chica normalmente neurótica, narcisista, hambrienta de poder, en conflicto con su madre, quien nunca conoció a su padre, con un nivel de consciencia bastante bajo y muchas ilusiones entusiasticas, se puede portar en su vida cotidiana con una apariencia muy femenina (sobre todo si es guapa, dulcecita, optimista…), pero actuando en formas que no tienen nada que ver con los valores profundos de lo femenino. Las revistas femeninas son el ejemplo mismo de lo que estoy describiendo. Pero también la exageración del pensamiento positivo: voy a pedir lo que quiero y el Universo me lo va a dar… ¡Pero, por favor! ¡Qué capricho tan asqueroso! Lo femenino se atreve a pedir todo lo que quiera, pero agregando la fórmula mágica y maravillosa que es puro amor a la Realidad: “pero que Tu voluntad sea hecha”.

La imagen de lo que es “la mujer” se ha convertido en una muñeca infantil y seca, manipuladora, obsesionada por su imagen, competitiva, superficial, caprichosa, para nada en contacto con su auténtico poder que surge del centro de la tierra. Cuando veo el rostro y los magníficos ojos azules de la Abuela Margarita de Jalisco, con sus setenta y pico años, veo la Belleza femenina, y también una fuerza sexual alucinante. Y, por otro lado, he podido reconocer en varios “hombres notables” (como por ejemplo el maestro Arnaud Desjardins, o el maestro chamánico y escritor Luis Ansa) el resplandor de la feminidad que ni siquiera estaba despierta dentro de mí: la capacidad de consentir, sentir, amar y acoger: una fluidez absoluta alrededor de un eje luminoso.

En este mismo momento estoy trabajando sobre una novela con la cual me gustaría lograr expresar estas cosas a través de un viaje iniciático… ¡Veremos si logro terminar de escribirla!

Autor: Ricardo Zárate.

Marianne Costa, es escritora de los libros El infierno prometido y, junto a Alejandro Jodorowsky, de los títulos La Vía del Tarot y Metagenealogía. Nacida en Francia, Marianne Costa, además de ser poeta, traductora, compositora y cantante de rock, se desempeña como terapeuta. De la mano del Tarot de Marsella, la escritora recorre varios países de Europa y América -México incluido-, para impartir talleres que buscan, mediante el reconocimiento de las cualidades del espíritu humano, sanar las emociones del consultado.

martes, 22 de enero de 2013

Calendario de actividades KP; febrero 2013.

El cielo es real.



La famosa revista Newsweek sorprendió a muchos en su edición de Octubre 2012 con una portada y un titular impactante: "El cielo es real - La experiencia de un Doctor en el más allá". La revista publica un artículo escrito por un prestigioso neurocirujano estadounidense que luego de haber vivido una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM), asegura haber visto y viajado al más allá. Esta es una traducción de la nota de Newsweek.
 
Como neurocirujano, yo no creía en el fenómeno de las experiencias cercanas a la muerte. Hijo de un neurocirujano, crecí en un mundo científico. He seguido el camino de mi padre y me convertí en un neurocirujano académico, enseñando en Harvard Medical School y otras universidades. Entiendo lo que ocurre en el cerebro cuando las personas están a punto de morir, y siempre había creído que había una buena explicación científica para los viajes celestiales fuera del cuerpo, descritos por aquellos que escapaban a la muerte por poco.

El cerebro es un mecanismo sorprendentemente sofisticado pero extremadamente delicado. Si se reduce la cantidad de oxígeno que recibe, así sea la cantidad más pequeña, este reaccionará. No era una gran sorpresa que las personas que habían sufrido un traumatismo grave regresaran de sus experiencias con historias extrañas. Pero eso no significaba que habían viajado a algún lugar real.
 
Aunque me consideraba un creyente cristiano, era más de título que de creencia real. No me molestaban los que querían creer que Jesús era más que simplemente un buen hombre que había sufrido a manos del mundo. Simpatizaba profundamente con aquellos que querían creer que había un Dios en alguna parte ahí fuera que nos amaba incondicionalmente. De hecho, envidiaba a esas personas la seguridad que esas creencias sin duda les proporcionaban. Pero como científico, simplemente creía que era incorrecto creer en eso.
 
En el otoño de 2008, sin embargo, después de siete días en un estado de coma en el que se inactivó la parte humana de mi cerebro, el neocórtex, experimenté algo tan profundo que me dio una razón científica para creer en la conciencia después de la muerte. Se cómo pronunciamientos como el mío les suenan a los escépticos, así que voy a contar mi historia con la lógica y el lenguaje del científico que soy.
 
Muy temprano por la mañana, hace cuatro años, me desperté con un dolor de cabeza muy intenso. En cuestión de horas, mi corteza entera - toda la parte del cerebro que controla el pensamiento y la emoción, y que en esencia que nos hace humanos - se había apagado. Los médicos del Hospital General de Lynchburg en Virginia, un hospital donde yo mismo trabajaba como neurocirujano, determinaron que de alguna manera había contraído una meningitis bacteriana muy poco frecuente que ataca sobre todo a los recién nacidos. Bacterias de e. coli habían penetrado en mi líquido cefalorraquídeo y estaban comiendo mi cerebro.

Cuando entré en la sala de emergencias aquella mañana, mis posibilidades de supervivencia en algo más que un estado vegetativo ya eran bajas. Pronto estas posibilidades cayeron a casi nulas. Durante siete días estuve en un coma profundo, mi cuerpo sin respuestas, mis funciones cerebrales superiores totalmente fuera de línea. Luego, en la mañana de mi séptimo día en el hospital, mientras mis médicos consideraban si se suspendía el tratamiento, mis ojos se abrieron de golpe.
 
No hay una explicación científica para el hecho de que mientras mi cuerpo estaba en estado de coma, mi mente - mi conciencia, mi yo interior - estaba viva y bien. Mientras las neuronas de mi corteza cerebral fueron aturdidas hasta su total inactividad por las bacterias que las habían atacado, mi conciencia liberada del cerebro había viajado a una diferente y mayor dimensión del universo: una dimensión que nunca había soñado que podía existir, y que mi viejo yo previo al coma hubiera estado más que feliz explicando que se trataba de una simple imposibilidad.

Pero esa dimensión, a grandes rasgos, la misma que describen incontables personas que han vivido experiencias cercanas a la muerte u otros estados místicos, está allí. Existe, y lo que vi y aprendí allí me ha puesto literalmente en un mundo nuevo: un mundo en el que somos mucho más que nuestros cerebros y cuerpos, y donde la muerte no es el final de la conciencia, sino más bien un capítulo de un vasto e incalculablemente positivo viaje.
 
No soy la primera persona en tener evidencia de que la conciencia existe más allá del cuerpo. Breves y maravillosos destellos de este reino son tan antiguos como la historia humana. Pero hasta donde yo sé, nadie antes que yo haya viajado alguna vez a esta dimensión (a), mientras su corteza estaba completamente apagada, y (b), mientras que su cuerpo estaba bajo observación médica al minuto, como lo estuvo mi cuerpo durante los siete días completos de mi estado de coma.
Todos los argumentos principales en contra de las experiencias cercanas a la muerte sugieren que estas experiencias son el resultado de un mínimo, transitorio, o parcial mal funcionamiento de la corteza cerebral. Sin embargo, mi experiencia cercana a la muerte no tuvo lugar mientras mi corteza estaba funcionando mal, sino mientras estaba simplemente apagada. Esto se desprende claramente de la gravedad y la duración de mi meningitis, y de la complicación cortical global documentada por los escaneos TC y exámenes neurológicos. 
 
Según el conocimiento médico actual sobre el cerebro y la mente, no hay absolutamente ninguna manera de que yo pudiera haber experimentado ni siquiera una conciencia débil y limitada durante mi tiempo en el estado de coma, y mucho menos la odisea híper vívida y completamente coherente que experimenté.
 
Me tomó meses aceptar lo que me pasó. No sólo la imposibilidad médica de que había estado consciente durante mi coma, pero más importante aún, las cosas que sucedieron durante ese tiempo. Hacia el comienzo de mi aventura, yo estaba en un lugar de nubes. Grandes, esponjosas, de color rosa-blanco, que se presentaron nítidamente en contraste con el profundo cielo negro-azul.
 
Más alto que las nubes, inconmensurablemente más alto, una multitud de seres transparentes y brillantes se movían trazando arcos por el cielo, dejando largos trazos como serpentinas detrás de ellos. ¿Pájaros? ¿Ángeles? 
 
Estas palabras las registré más tarde, cuando estaba escribiendo mis recuerdos. Pero ninguna de estas palabras hace justicia a estos seres, que eran, sencillamente, diferentes a todo lo que he conocido en este planeta. Eran más avanzados. Formas superiores.
 
Un sonido, enorme y retumbante como un canto glorioso, descendió desde lo alto, y me pregunté si los seres alados lo estaban produciendo. Nuevamente, pensando en ello más tarde, se me ocurrió que la alegría de estas criaturas mientras volaban alto era tal, que tenían que emitir este sonido, y que si la alegría no salía de ellos de esta manera entonces simplemente no serían capaces de contenerla. El sonido era palpable y casi material, como una lluvia que se puede sentir en tu piel, pero que no te moja.
 
Ver y escuchar no estaban separados en este lugar donde ahora estaba. Podía escuchar la belleza visual de los cuerpos plateados de esos seres brillantes que estaban arriba, y pude ver la perfección creciente, alegre de lo que cantaban. Parecía que no se podía ver o escuchar ninguna cosa en este mundo sin volverse parte de ella, sin unirse con ello de alguna forma misteriosa. Una vez más, desde mi perspectiva presente, me permito sugerir que no se podría mirar “hacia” nada en ese mundo en absoluto, porque la palabra "hacia" en sí misma implica una separación que allí no existía. Cada cosa era distinta, pero cada cosa era también una parte de todo lo demás, al igual que los diseños ricos y entremezclados en una alfombra persa ... o en el ala de una mariposa.


Se vuelve más extraño aún. Durante la mayor parte de mi viaje, alguien más estaba conmigo. Una mujer. Ella era joven, y me acuerdo de cómo era en detalle. Tenía los pómulos altos y ojos profundamente azules. Trenzas doradas enmarcaban su hermoso rostro. La primera vez que la vi, estábamos juntos cabalgando sobre una superficie con un intrincado patrón, que después de un momento me di cuenta que era el ala de una mariposa. De hecho, millones de mariposas estaban alrededor de nosotros, enormes y agitadas olas de ellas, que se zambullían en un bosque y volvían de nuevo a nuestro alrededor. Era un río de vida y color, moviéndose a través del aire.
 
La vestimenta de la mujer era simple, como la de un campesino, pero sus colores en polvo azul, índigo y pastel de naranja-durazno tenían la misma abrumadora y súper vívida vitalidad que todo lo demás. Ella me miró con una mirada que, si la vieras durante cinco segundos, haría que tu vida entera hasta ese punto valiera la pena, sin importar lo que haya ocurrido en ella hasta ahora. 
 
No era una mirada romántica. No era una mirada de amistad. Era una mirada que de alguna manera estaba más allá de todo esto, más allá de todos los diferentes tipos de amor que tenemos aquí en la tierra. Era algo superior, que contenía todos estos tipos de amor en si mismo, mientras al mismo tiempo era mucho mayor que todos ellos. 
 
Sin pronunciar una sola palabra, ella me habló. El mensaje me atravesó como un viento, y al instante comprendí que era cierto. Lo supe de la misma manera en que supe que el mundo que nos rodeaba era real, no era una fantasía pasajera e insustancial.
 
El mensaje tenía tres partes, y si tuviera que traducirlas al lenguaje terrenal, sería algo como esto:

"Ustedes son amados y apreciados, muchísimo y para siempre."
"No tienes nada que temer."
"No hay nada que puedas hacer el mal."
 
El mensaje me inundó con una inmensa y loca sensación de alivio. Era como si me hubieran entregado las reglas de un juego al que había estado jugando toda mi vida sin nunca haberlo comprendido plenamente.
 
"Te vamos a mostrar muchas cosas aquí", dijo la mujer, una vez más, sin llegar a utilizar estas palabras, sino transmitiéndome directamente su esencia conceptual. "Pero eventualmente vas a regresar".
 
Para ello, sólo tenía una pregunta.
¿Regresar a dónde?
 
Un viento cálido soplaba, como los que surgen en los días más perfectos de verano, sacudiendo las hojas de los árboles y fluyendo como agua celestial. Una brisa divina. Esto cambió todo, transformando el mundo a mi alrededor en una octava incluso más alta, una vibración más alta.

A pesar de que aun tenía una pequeña función del lenguaje, al menos la idea que tenemos de él en la Tierra, sin decir palabras comencé a formular preguntas a este viento, y al ser divino que sentía que trabajaba detrás de él o dentro de él.



¿Dónde está este lugar?
¿Quién soy yo?
¿Por qué estoy aquí?
 
Cada vez que expresé silenciosamente una de estas preguntas, la respuestas llegaron inmediatamente, en una explosión de luz, color, amor y belleza que soplaba a través de mí como una ola rompiendo. Lo más importante de estas explosiones es que no callaban mis preguntas abrumándolas. Respondían a las preguntas, pero de una forma que pasaba el lenguaje por alto.
 
Los pensamientos me entraban directamente. Pero no era pensamiento como lo experimentamos en la Tierra. No era vago, inmaterial o abstracto. Estos pensamientos eran sólidos e inmediatos, más calientes que el fuego y más húmedos que el agua, y mientras los recibía era capaz de comprender al instante y sin esfuerzo conceptos que me habría llevado años comprender plenamente en mi vida terrenal.
 
Seguí avanzando y me encontré ingresando en un inmenso vacío, completamente oscuro, infinito en tamaño, pero también infinitamente reconfortante. Era profundamente negro pero a la vez rebosante de luz: una luz que parecía venir de un orbe brillante que ahora sentía más cerca de mí. El orbe era una especie de “intérprete” entre mí y esta vasta presencia que me rodeaba. Era como si yo estuviera naciendo a un mundo más grande, y el propio universo era como un útero cósmico gigante y el orbe (que sentí estaba conectado de alguna manera con, o incluso era idéntico a la mujer sobre el ala de la mariposa) fue guiándome a través de él.

Más tarde, cuando volví, me encontré con una cita del Siglo XVII, del poeta cristiano Henry Vaughan, que estuvo muy cerca de describir este lugar mágico, este núcleo vasto y negro como tinta, que era el hogar de la misma Divinidad.
 
“Hay, dicen algunos, en Dios, una oscuridad profunda pero deslumbrante”.
 
Eso era exactamente: una negra oscuridad que también estaba rebosante de luz.
 
Sé muy bien cuan extraordinario, cuan francamente increíble, todo esto suena. Si alguien, incluso un médico, me hubiera contado una historia como ésta en los viejos tiempos, hubiera estado bastante seguro de que estaba bajo el hechizo de algún delirio. Pero lo que me pasó fue, lejos de ser delirante, tan real o más real que cualquier otro acontecimiento en mi vida. Eso incluye el día de mi boda y el nacimiento de mis dos hijos.
 
Lo que me pasó exige una explicación.


La física moderna nos dice que el universo es una unidad que es indivisible. Aunque parece que vivimos en un mundo de separación y diferencia, la física nos dice que debajo de la superficie, cada objeto y acontecimiento en el universo está completamente entretejido con todos los demás objetos y eventos. No hay verdadera separación.


Antes de mi experiencia de estas ideas eran abstracciones. Hoy son realidades. El universo no sólo está definido por la unidad, sino también, ahora lo sé, definido por el amor. El universo como lo experimenté en mi estado de coma es - he descubierto con sorpresa y alegría- el mismo sobre el cual tanto Einstein y Jesús habían hablado en sus (muy) diferentes maneras.

He pasado décadas como neurocirujano en algunas de las instituciones médicas más prestigiosas de nuestro país. Sé que muchos de mis compañeros se aferran, como yo en el pasado, a la teoría de que el cerebro, y en particular la corteza, genera la conciencia y de que vivimos en un universo desprovisto de cualquier tipo de emoción, y mucho menos del amor incondicional que ahora se que Dios y el universo tienen hacia nosotros. 
 
Pero esa creencia, esa teoría, ahora yace rota a nuestros pies. Lo que me pasó la destruyó, y tengo la intención de pasar el resto de mi vida investigando la verdadera naturaleza de la conciencia y difundiendo el hecho de que somos más, mucho más, que nuestro cerebro físico, lo más claro que pueda, tanto hacia mis colegas científicos como hacia la gente en general.
 
No espero que esto sea una tarea fácil, por las razones que he descrito anteriormente. Cuando el castillo de una vieja teoría científica comienza a mostrar líneas de falla, al principio nadie quiere prestar atención. En primer lugar, el antiguo castillo simplemente ha tomado mucho trabajo para ser construido, y si se cae, uno completamente nuevo tendrá que ser construido en su lugar.
 
Esto lo aprendí de primera mano después de que estuve lo suficientemente bien como para volver a salir al mundo y hablar con otras personas -personas, es decir, que no sean mi sufrida esposa, Holley, y nuestros dos hijos-, acerca de lo que me había pasado. Las miradas de incredulidad cortés, especialmente entre mis amigos médicos, pronto me hicieron ver la gran tarea que tendría para que la gente comprendiera la enormidad de lo que había visto y experimentado esa semana mientras mi cerebro estaba apagado.
 
Uno de los pocos lugares en los que no tuve problemas para transmitir mi historia era un lugar que antes de mi experiencia había visto bastante poco: la iglesia. La primera vez que entré en una iglesia después de mi coma, veía todo con ojos nuevos. Los colores de los vitrales me recordaron la luminosa belleza de los paisajes que había visto en el mundo de arriba.

Las notas bajas profundas del órgano me recordaron cómo los pensamientos y emociones en ese mundo son como olas que se mueven a través de ti. Y, lo más importante, una pintura de Jesús partiendo el pan con sus discípulos evocó el mensaje que permanece en el corazón mismo de mi viaje: que somos amados y aceptados incondicionalmente por un Dios aun más grande e insondablemente glorioso que el que me habían enseñado de niño en la escuela dominical.

Hoy en día muchos creen que las verdades espirituales vivas de la religión han perdido su poder, y que la ciencia, no la fe, es el camino a la verdad. Antes de mi experiencia tenía una fuerte sospecha de que ese era el caso para mí. Pero ahora entiendo que esta opinión es demasiado simple.


El hecho cierto es que la imagen materialista del cuerpo y el cerebro como los productores, en lugar de los vehículos, de la conciencia humana, está condenada. En su lugar, una nueva visión de la mente y el cuerpo va a surgir, y de hecho ya está emergiendo. Este punto de vista es científico y espiritual en igual medida y valorará lo que los más grandes científicos de la historia siempre se han valorado por sobre todo: la verdad.
 
Esta nueva imagen de la realidad tomará mucho tiempo en armarse. No va a estar terminada en mi tiempo, o incluso, sospecho, tampoco en el tiempo de mis hijos. De hecho, la realidad es demasiado vasta, demasiado compleja y demasiado irreductiblemente misteriosa para que una imagen de ella alguna vez llegue a estar absolutamente completa. Pero, en esencia, esta imagen mostrará al universo en evolución, multidimensional, y conocido en detalle hasta cada uno de sus últimos átomos por un Dios que nos cuida mucho más profunda y apasionadamente que cualquier padre que alguna vez haya amado a su hijo.
 
Aún sigo siendo un doctor, y aun sigo siendo un hombre de ciencia, casi exactamente igual a como era antes de que tuviera mi experiencia. Pero en un nivel más profundo soy muy diferente a la persona que era antes, porque he podido vislumbrar esta imagen de la realidad que está surgiendo. Y puedes creerme cuando te digo que va a valer la pena cada pequeño paso de la labor que nos llevará, y a los que vienen después de nosotros, para llegar a comprenderla bien.
 
Dr. Eben Alexander, The Daily Beast, 08 de Octubre 2012